En julio de 1933, pocos meses después de la llegada al poder de Hitler, William E. Dodd se instala en Berlín. Para sorpresa de muchos, el presidente Roosevelt le había nombrado embajador de Estados Unidos.
Dodd, historiador y catedrático universitario, no tenía ningún tipo de experiencia en este ámbito ni conocía el lenguaje diplomático. Desde la embajada francesa, el experimentado emisario André François-Poncet llevaba ya dos años observando el ascenso del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, cuya propaganda entusiasmaba cada vez más a un pueblo ...
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