Los ríos alemanes están en mal estado. La contaminación de las aguas por los residuos industriales y agrícolas provoca la proliferación de algas en los cursos fluviales y la extinción de especies. Organizaciones ecologistas y residentes locales luchan por proteger las aguas.
Por Alemania discurren más de 500.000 kilómetros de cursos fluviales, de los cuales alrededor del noventa por ciento está en un estado ecológico entre regular y malo. Las principales fuentes de contaminación son la industria y la agricultura. Un ejemplo es el Werra, un río altamente contaminado con la sal proveniente de los vertidos de la minería de potasa y sus escombreras; su ecosistema y biodiversidad se resienten. Mientras organizaciones ecologistas y residentes locales luchan contra la contaminación, el productor de potasa tiene previsto ampliar la escombrera y ha presentado un controvertido plan de protección del río.
A diferencia de los grandes ríos alemanes, cuyas aguas se analizan periódicamente, poco se sabe sobre el estado de los pequeños ríos y arroyos. En una campaña ciudadana, niños y adultos contribuyeron a analizar las aguas de su entorno enviando fotos y sus propias observaciones. Las más de 2.500 descripciones recibidas sobre el estado de los arroyos fueron analizadas por un equipo de científicos. Dos reporteros investigaron estas observaciones con el fin de averiguar por qué están muriendo tantos peces y por qué tantas especies animales se encuentran amenazadas. ¿Qué tiene que cambiar para que la vida vuelva a los cursos fluviales alemanes?
El río Emscher es un buen ejemplo de cómo pueden hacerse las cosas. Este río fue considerado en su día la "cloaca de la región del Ruhr". La renaturalización duró más de 30 años y costó más de 5.000 millones de euros, pero se ha logrado recuperar la biodiversidad.