Mercurio es el planeta más pequeño de nuestro sistema solar y el más cercano al Sol, lo que lo convierte en un mundo de extremos y enigmas. A pesar de ser solo un poco más grande que la Luna de la Tierra, Mercurio presenta un paisaje dinámico lleno de cráteres de impacto, acantilados imponentes y vastas llanuras moldeadas por la antigua actividad volcánica. Durante mucho tiempo opacado por sus más dramáticos vecinos planetarios, Mercurio ha emergido lentamente como un tema de fascinación científica, revelando conocimientos sobre la formación de planetas rocosos y la evolución del sistema solar primitivo. Con temperaturas superficiales que oscilan entre los extremos más calientes y más fríos de cualquier planeta, y un día más largo que su año, Mercurio desafía las expectativas y sigue sorprendiendo a los astrónomos con cada nueva observación.
Debido a que Mercurio está tan cerca del Sol, es uno de los planetas más difíciles de observar desde la Tierra. Nunca se aleja mucho del resplandor solar, lo que lo hace visible solo durante breves momentos al amanecer o al atardecer. Los astrónomos antiguos, desde los babilonios hasta los griegos, eran conscientes de su naturaleza elusiva, a veces creyendo que estaban viendo dos estrellas diferentes, una por la mañana y otra por la noche. La verdadera naturaleza de Mercurio permaneció misteriosa durante siglos hasta la llegada de las observaciones telescópicas y, más recientemente, de las misiones interplanetarias. Hoy en día, gracias a naves como el Mariner 10 y MESSENGER de la NASA, y la próxima misión BepiColombo europea-japonesa, Mercurio ya no es solo un punto de luz distante sino un archivo planetario de los primeros días de nuestro sistema solar.
Una de las características más definitorias de Mercurio es su superficie intensamente craterizada, que se asemeja a la de la Luna en muchos aspectos. Estos cráteres, algunos de ellos abarcando cientos de kilómetros de diámetro, son reliquias de una época en la que el sistema solar interior fue bombardeado por asteroides y cometas. La mayor cuenca de impacto de Mercurio, la Cuenca de Caloris, se extiende por más de 1,500 kilómetros y se erige como una de las estructuras de impacto más grandes de todo el sistema solar. Alrededor de estas zonas de impacto, se encuentran llanuras formadas por antiguos flujos volcánicos, congeladas en el tiempo. A diferencia de la Tierra, Mercurio no tiene atmósfera que lo proteja de los meteoritos entrantes, por lo que su superficie ha permanecido relativamente inalterada durante miles de millones de años, preservando un registro de la historia temprana del sistema solar.
La falta de una atmósfera densa en Mercurio también contribuye a sus extremas fluctuaciones de temperatura. Durante el día, las temperaturas en la superficie pueden elevarse hasta aproximadamente 430°C (800°F), mientras que por la noche, sin una atmósfera que retenga el calor, pueden descender hasta -180°C (-290°F). Esto hace que Mercurio no solo sea uno de los planetas más calientes durante el día, sino también uno de los más fríos por la noche. La ausencia de aislamiento atmosférico también significa que el cielo desde la superficie de Mercurio aparecería completamente negro, incluso durante el día, con el Sol asomando más de tres veces más grande que como se ve desde la Tierra.
Sorprendentemente, Mercurio tiene una exosfera muy delgada, una capa tenue de gases que incluye oxígeno, sodio, hidrógeno, helio y potasio. Esta exosfera se está reponiendo constantemente con el viento solar, impactos de micrometeoritos y el desgasamiento de la propia superficie del planeta. Aunque no se comporta como una atmósfera tradicional, estudiar la exosfera de Mercurio proporciona información valiosa sobre el desgaste espacial y las interacciones entre las partículas solares y las superficies rocosas, lo cual es esencial para entender otros cuerpos sin atmósfera, incluyendo la Luna y ciertos asteroides.
Uno de los descubrimientos más inesperados sobre Mercurio es que tiene un campo magnético global. A diferencia de Venus y Marte, que carecen de campos magnéticos significativos, Mercurio posee un campo magnético relativamente fuerte, aunque desigual, que es aproximadamente un 1% del fuerte que tiene el de la Tierra. Este campo sugiere que Mercurio todavía tiene un núcleo parcialmente fundido que genera un dínamo magnético. Lo más intrigante es que el campo magnético de Mercurio está descentrado, siendo más fuerte en el hemisferio norte que en el sur. Esta asimetría ha desafiado los modelos existentes de magnetismo planetario y ha llevado a los científicos a revisar sus suposiciones sobre cómo evolucionan los campos magnéticos.