Durante el siglo IX d.C., un grupo considerable de nórdicos, que llegaron a ser conocidos como los varegos, se trasladó al este en busca de recursos y riquezas. Con toda esta influencia, y la reputación de ser guerreros muy eficientes, acabaron atrayendo la atención del Imperio Bizantino, que siempre vio con buenos ojos el reclutamiento de mercenarios fiables y capaces.
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