El trabajo infantil es una realidad para millones de niños en todo el mundo y Guatemala no es la excepción. La pobreza estructural es uno de los factores que obliga a los menores a buscarse la vida, asumiendo responsabilidades que no corresponden a su edad. La carga no es solo física, sino también emocional: muchas veces se ven expuestos a la deshidratación, la falta de alimentación y la violencia. El Estado y las ONG intentan protegerlos, pero no logran erradicar el problema.