Un nuevo orden mundial está tomando forma. La pandemia del Covid-19 mostró hasta qué punto las grandes potencias dependen de determinados productos estratégicos. La persistente escasez de chips, esenciales para nuestra vida diaria, está remodelando las relaciones geopolíticas, alimentando la inflación y aumentando las tensiones entre Estados Unidos y China.
Se estima que en 2021 dejaron de producirse 10 millones de automóviles en todo el mundo debido a que los fabricantes no tenían suficientes chips. La computadora, la tostadora, las tablets y nuestros refrigeradores, los microprocesadores o semiconductores equipan todos nuestros dispositivos.
También son de vital importancia para los estados, ya que alimentan las tecnologías militares y civiles más avanzadas. Sin embargo, mientras la demanda, de la cantidad y calidad, de los chips ha ido creciendo, la cantidad de sitios donde se producen ha ido disminuyendo. Muy pocos países tienen el conocimiento y la capacidad para producir chips de alta gama, siendo Taiwán el líder indiscutible con el 63% de la producción mundial.
El hecho de que una sola isla, que ya se están disputando dos superpotencias como Estados Unidos y China, domine la producción significa que la economía mundial depende de la estabilidad de Taiwán. Entonces, ¿qué se puede hacer para asegurar los microprocesadores? ¿Y cómo está afectando la batalla por los chips a nuestra vida diaria?
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