Los niños nómadas del norte de Kirguistán

En verano, las familias nómadas del norte de Kirguistán se trasladan a las praderas altas. Desde hace unos años existe por fin allí un lugar donde sus niños pueden aprender y hacer amigos: la yurta-escuela.

Todos los días Jenya Sharsheva, directora de la guardería del pueblo, lleva a esta escuela alojada en una yurta actividades de aprendizaje y de juego. Uno de sus alumnos preferidos es Alihan, de 12 años, que vive con su familia en una yurta a 2.000 metros de altitud. Como casi todos los niños nómadas, Alihan también debe echar una mano y ayudar a sus padres con el pastoreo y en el hogar. Desde hace varios años, por fin tiene un lugar donde poder seguir aprendiendo durante los meses de verano: la yurta-escuela. Durante la era soviética, el número de nómadas en Kirguistán disminuyó drásticamente. Pero hoy muchos kirguises han recuperado esta antigua tradición, como los padres de Alihan. Al igual que sus antepasados, crían animales, principalmente caballos, para ganarse la vida en el impresionante paisaje montañoso. En la yurta-escuela, la maestra Jenya les explica a los niños la vida nómada tradicional y las tradiciones kirguisas. Los alumnos aprenden canciones y poemas que más tarde recitarán en las grandes fiestas familiares. De este modo conocen antiguos rituales kirguises, como la "fiesta de la cuna", con la que se da la bienvenida a la familia a los recién nacidos, o la "fiesta de los primeros pasos", que organizan los padres cuando sus hijos empiezan a caminar. Sin tener contacto con otros niños de su edad, los veranos para los niños de las montañas de Kirguistán podrían hacerse muy largos. Por suerte, ahora tienen la yurta-escuela.