Casarse, formar una familia, tener hijos... son temas que se prestan a discusiones acaloradas. Los padres defienden valores tradicionales y la seguridad, pero las hijas tienen sus propios planes. Es el caso de Yoyo en Taiwán y de Esraa en Egipto.
Yoyo vive con sus padres en Taipei. Tiene 30 años; a su edad, su madre ya tenía dos hijos. La noticia de que quiere casarse con una mujer impacta a sus padres. En Taiwán, los matrimonios entre personas del mismo sexo están permitidos desde 2019. Aunque el país está considerado uno de los estados asiáticos más liberales, los padres temen la exclusión y discriminación de su hija. Y Yoyo quiere quedarse embarazada. A Esraa, en El Cairo, le ocurre algo parecido. No hace tanto que cumplió 30 años y vive con sus padres. La gran diferencia: ya ha formado una familia. Pero su matrimonio ha fracasado, como tantos matrimonios jóvenes en Egipto. El país tiene una de las tasas de divorcio más altas del mundo. Sus padres, en cambio, creen que un matrimonio debe durar para siempre. Aunque no entienden a su hija, no quieren romper con ella. Pero, ¿cómo pueden apoyar a Esraa y a su nieta? ¿Debería conservar su independencia o casarse lo antes posible?
En casi todos los países del mundo, los padres opinan sobre la planificación familiar de sus hijos adultos. Pero, a veces, el apoyo bienintencionado se convierte en una carga y crea una gran presión. Pero sin los abuelos, el día a día tampoco funciona.
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