La lucha contra el matrimonio infantil en la India

Pese a que el matrimonio infantil está prohibido en la India, muchas niñas son obligadas a casarse. Las víctimas se quedan así sin educación y viven para siempre en dependencia absoluta de su esposo.

En Chennai, en el sur de la India, luchan por poner fin a este ciclo. Un hogar para niñas ofrece un refugio seguro a las víctimas del matrimonio infantil forzado y trata de darles perspectivas de futuro mediante la educación.

Este premiado documental acompaña a una trabajadora del centro para niñas en su lucha por ofrecer una vida independiente a sus protegidas. En la India, las mujeres y las niñas sufren una fuerte discriminación y, sobre todo en entornos sociales pobres, es habitual casar a las menores de edad. Amulpriya tiene 20 años y es una de las muchachas de más edad en el hogar de niñas de Chennai. Su familia lleva mucho tiempo queriendo casarla, pero hasta ahora Amulpriya ha podido evitarlo con éxito. Sunitha es la directora del hogar para niñas y hace todo lo posible para inculcar un sentido de independencia en sus protegidas. Sin embargo, en el sur de la India, el matrimonio suele ser la única forma de mantener a las niñas, especialmente en las familias más desfavorecidas. Recibir una buena educación y llevar una vida independiente no se consideran objetivos deseables para las muchachas.

Amulpriya se rebela contra los planes de su madre, que quiere que su hija se case en un matrimonio arreglado a pesar de que ella misma sufrió las consecuencias de este tipo de matrimonio. La madre de Malini y Manisha, de 10 y 7 años respectivamente, también está muy traumatizada: cuando tenía 14 años, la casaron con su primo, con quien tuvo dos hijos. El padre abandonó a la familia hace mucho tiempo y su nuevo esposo es alcohólico. La abuela está muy preocupada por sus nietas y le gustaría que fueran a ver a Sunitha en el hogar para niñas, pues sabe que es un entorno seguro en el que crecer. Pero la pequeña Malini no quiere irse de casa y su madre se resiste a la idea de tener que despedirse de sus hijas.

Sin emitir juicios ni comentarios, la cineasta Natalia Preston sigue con su cámara a las protagonistas y sus familias, y logra reflejar las extremas dificultades y tensiones que deben sortear. Los siglos de una tradición profundamente arraigada se interponen en el camino de llevar una vida independiente. En muchos casos, son las propias madres las que quieren que sus hijas sigan sus pasos, pese al sufrimiento que a ellas mismas les supuso.