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El marqués de Leganés por José Juan Pérez Preciado

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Conferencia impartida por José Juan Pérez Preciado (Museo Nacional del Prado) en el marco del ciclo ""Flamencos de labrar limpio". La atracción de las élites españolas por la pintura neerlandesa temprana.

En el siglo XVII, con la eclosión de la pintura barroca flamenca encarnada en la omnipresente figura de Pedro Pablo Rubens, los intereses de las élites españolas hacia la pintura realizada en los Países Bajos evolucionó hacia otros parámetros. Surgieron los géneros pictóricos, como el paisaje, la pintura de género, los bodegones, etc, donde destacaron otros artistas, cuyas creaciones fueron igualmente ambicionadas por los aficionados al arte. Ello hizo que el interés y conocimiento de los artistas de los siglos anteriores se fuera diluyendo. Sus nombres fueron progresivamente olvidados, desapareciendo de los inventarios, hasta el punto de que artistas como Rogier van der Weyden o Jan van Eyck, apenas son mencionados en las fuentes y la documentación. Sin embargo relevantes aficionados al arte de los Países Bajos y que habían residido allí mantendrán viva la llama del conocimiento de la pintura neerlandesa temprana. El marqués de Leganés, por ejemplo, poseyó un nutrido grupo de obras de artistas como Van der Weyden, Van Eyck, Jan Gossaert, Joachim Patinir, El Bosco, y especialmente Quentin Metsys, que en ese momento se tenía como el punto de contacto entre la pintura flamenca antigua y la más moderna. Su colección destaca no solo por la posesión de obras de tales pintores, sino por el perfecto conocimiento de sus personalidades artísticas, en un momento en el cual todo el arte nórdico se iría adscribiendo, por desinterés, a artistas como Durero o Lucas de Leyden, probablemente debido el fuerte impacto de sus estampas.

El novedoso impulso estético y cultural que supuso el arte desarrollado en los Países Bajos a comienzos del siglo XV, a través de artistas como el Maestro de Flémalle, Jan van Eyck y Rogier van der Weyden, tuvo una tempranísima aceptación en España, donde se documentan relevantes ejemplos desde muy pronto. Los últimos reyes de Castilla y de Aragón poseyeron relevantes ejemplos del quehacer artístico, fruto de la admiración que despertaban las delicadas creaciones realizadas en los territorios gobernados por los duques de Borgoña, cuya corte se convirtió en un el gran ejemplo de sofisticación y exquisitez artística, admirada y emulada en toda Europa.

En los albores del siglo XVI, con la unión dinástica de las casas Trastámara, Borgoña y Habsburgo plenamente consolidada, los monarcas que gobernaban en España lo hacían también en los Países Bajos. Las relaciones entre los dos territorios se intensificaron, lo que supuso un impulso para la recepción de estas creaciones en nuestro país, ya fuera por herencias, adquisiciones, o mera emulación del esplendor borgoñón, coincidiendo con el descubrimiento de ese arte para el mundo intelectual renacentista. La pintura neerlandesa, a la que se incorporaron a lo largo del siglo XVI otros artistas como El Bosco, Patinir, Gossaert, Van Orley y, más tarde, Michel Coxcie y Antonio Moro, fue fuertemente admirada por su colorido, el gusto por la realidad naturalista, a la vez que por su carga simbólica y por la intensa capacidad para mover a devoción. Pero por encima de todo eran estimados por su pulcritud técnica, siendo incluso mencionados por teóricos del arte como Francisco de Holanda a referirse a estos artistas como “aquellos flamencos de labrar limpio”.

El interés de los monarcas hispanos, especialmente Felipe II, por este novedoso arte, estuvo a menudo auspiciada no solo por el mecenazgo de sus familiares en los Países Bajos –Margarita de Austria y María de Borgoña especialmente–, sino también por el descubrimiento que del Ars Nova hicieron aquellos miembros de las élites políticas y culturales hispanas que por unas causas u otras se trasladaron a los Países Bajos y tuvieron acceso de primera mano a la renovación estética en auge. Miembros de la nobleza, intelectuales, clérigos o servidores de la administración, se convirtieron en verdaderos mecenas de artistas nórdicos y en coleccionistas de sus obras, siendo figuras clave en la recepción de la pintura neerlandesa antigua en nuestro país, incluso hasta bien entrado el reinado de Felipe IV, cuando los intereses coleccionistas iban ya por otros derroteros.

Visita: www.museodelprado.es


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