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Pinturas y pintores flamencos en la colección de Mencía de Mendoza por Noelia García

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Conferencia impartida por Noelia García (Universidad de Murcia) en el marco del ciclo ""Flamencos de labrar limpio". La atracción de las élites españolas por la pintura neerlandesa temprana.

Mencía de Mendoza, segunda marquesa del Zenete, formó a lo largo de su vida una de las colecciones artísticas más importantes del Renacimiento español, y, sin duda, una de las más destacadas del contexto europeo. Superior en número de obras, especialmente pinturas, a muchas de sus contemporáneas y similar en la calidad de las piezas, el conjunto de obras de arte que llegó a reunir bajo su patronazgo posee un valor absoluto independiente de su condición femenina o razón social que la erige como precursora de las grandes colecciones del siglo XVII. El origen y desarrollo de esta colección evoluciona guiado por los avatares biográficos de su propietaria. Así, los primeros contactos de Mencía con el arte y la cultura de los Países Bajos surgen como consecuencia de su matrimonio con Enrique III de Nassau y su posterior traslado a Breda en el año 1530, donde residirá hasta 1539. El Conde de Nassau era un gran coleccionista y entre sus posesiones albergaba piezas tan valoradas como el Jardín de las delicias. La contemplación de esta y otras obras de estilo flamenco, reunidas por Enrique, dejaron una huella importante en la joven marquesa que se iniciaba entonces en el ejercicio de la promoción artística, ejerciendo una poderosa influencia en la formación de un gusto muy definido que mantendría vigente toda su vida.

El novedoso impulso estético y cultural que supuso el arte desarrollado en los Países Bajos a comienzos del siglo XV, a través de artistas como el Maestro de Flémalle, Jan van Eyck y Rogier van der Weyden, tuvo una tempranísima aceptación en España, donde se documentan relevantes ejemplos desde muy pronto. Los últimos reyes de Castilla y de Aragón poseyeron relevantes ejemplos del quehacer artístico, fruto de la admiración que despertaban las delicadas creaciones realizadas en los territorios gobernados por los duques de Borgoña, cuya corte se convirtió en un el gran ejemplo de sofisticación y exquisitez artística, admirada y emulada en toda Europa.

En los albores del siglo XVI, con la unión dinástica de las casas Trastámara, Borgoña y Habsburgo plenamente consolidada, los monarcas que gobernaban en España lo hacían también en los Países Bajos. Las relaciones entre los dos territorios se intensificaron, lo que supuso un impulso para la recepción de estas creaciones en nuestro país, ya fuera por herencias, adquisiciones, o mera emulación del esplendor borgoñón, coincidiendo con el descubrimiento de ese arte para el mundo intelectual renacentista. La pintura neerlandesa, a la que se incorporaron a lo largo del siglo XVI otros artistas como El Bosco, Patinir, Gossaert, Van Orley y, más tarde, Michel Coxcie y Antonio Moro, fue fuertemente admirada por su colorido, el gusto por la realidad naturalista, a la vez que por su carga simbólica y por la intensa capacidad para mover a devoción. Pero por encima de todo eran estimados por su pulcritud técnica, siendo incluso mencionados por teóricos del arte como Francisco de Holanda a referirse a estos artistas como “aquellos flamencos de labrar limpio”.

El interés de los monarcas hispanos, especialmente Felipe II, por este novedoso arte, estuvo a menudo auspiciada no solo por el mecenazgo de sus familiares en los Países Bajos –Margarita de Austria y María de Borgoña especialmente–, sino también por el descubrimiento que del Ars Nova hicieron aquellos miembros de las élites políticas y culturales hispanas que por unas causas u otras se trasladaron a los Países Bajos y tuvieron acceso de primera mano a la renovación estética en auge. Miembros de la nobleza, intelectuales, clérigos o servidores de la administración, se convirtieron en verdaderos mecenas de artistas nórdicos y en coleccionistas de sus obras, siendo figuras clave en la recepción de la pintura neerlandesa antigua en nuestro país, incluso hasta bien entrado el reinado de Felipe IV, cuando los intereses coleccionistas iban ya por otros derroteros.

Visita: www.museodelprado.es


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