Desde hace años y en todo el mundo. En el marco de la "Guerra contra el terrorismo”, EU ejecuta con drones presuntos yihadistas. Una y otra vez las víctimas son civiles ajenos al conflicto.
Poco después de que los talibanes reconquistasen Kabul en agosto de 2021, un dron estadounidense atacó un vehículo con bidones aparcado en un patio interior. Los militares que operaban el dron a miles de kilómetros pretendían matar a un terrorista de Estado Islámico para evitar un atentado a civiles y soldados. El cohete "Hellfire” disparado por el dron destrozó el auto y también la vida de diez personas: siete niños de entre dos y doce años, un afgano que trabajaba para una ONG estadounidense en Kabul, Zemarai Ahmadi, y a dos hermanos suyos. Todos ellos, ajenos a grupos yihadistas.
En un primer momento, el Pentágono anunció victorioso la "eliminación” de un terrorista. Tres semanas y numerosos informes de prensa después, las autoridades estadounidenses tuvieron que reconocer que todos los muertos en su ataque habían sido civiles.
Un caso entre muchos. Las víctimas inocentes en dos décadas de operativos estadounidenses con drones en todo el mundo se repiten. En 2014, una investigación interna del ejército de EU concluía que el 90% de las víctimas mortales de sus ataques con drones no había sido el objetivo buscado sino bystander, personas que estaban al lado.
La base alemana de Ramstein, en Renania-Palatinado, desempeña un papel central en esa guerra de drones estadounidense. El partido "Los Verdes”, que durante años calificó esos operativos desde la base de Ramstein de violación del derecho internacional, hoy, parte del gobierno federal, evita cualquier crítica pública.
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