El debate sobre los vientres de alquiler siempre está abierto, pero las imágenes de Ana Obregón saliendo de una clínica con un bebé en brazos en una silla de ruedas, como si acabara de parir, han desatado un polémica, que no siempre es una crítica contra la práctica en sí. Comprar bebés es una forma de explotación machista, capitalista, racista y colonial.
Convertir los cuerpos de las mujeres casi siempre pobres en medios de producción y las vidas de las criaturas en bienes de mercado es una forma de capitalismo extractivista que pasa por encima de los derechos fundamentales.
No todo se puede comprar. La parentalidad no es un derecho, por mucho que lo desees, y aunque lo puedas pagar.
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