Acusar a las mujeres de estar “despechadas” es una forma misógina de ridiculizarnos, pero también es una estrategia patriarcal para quitarnos la agencia. Como si nuestro dolor fuera ridículo y nuestras emociones nos incapacitaran para crear, decidir, responder de forma adecuada.
Vamos a hablar de nuestros dolores, de quienes los generan y de cómo nos curamos.
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