Después de uno de los peores genocidios de la historia, Ruanda está irreconocible. El país es uno de los más seguros, limpios y dinámicos de África. Pero la impresionante historia de éxito también tiene su lado negativo.
El crecimiento económico récord está atrayendo a inversores de todo el mundo a Kigali, la capital de Ruanda. El turismo también ha aumentado significativamente en los últimos años. Un millón de personas vienen al país cada año para admirar a los gorilas de montaña, extremadamente raros y bien protegidos, entre otras cosas.
Esta revitalización del país colectivamente traumatizado es el crédito de Paul Kagame, quien ha sido presidente durante 10 años. El exlíder rebelde logró reconciliar a la población y reformar Ruanda, pero ¿a qué costo? Se silencia a la oposición y se castiga severamente la información crítica. Algunos periodistas independientes ya están en prisión. El programa de modernización en Kigali está impulsado en parte por las expropiaciones. Incluso si la apariencia glamorosa no lo sugiere, el 40% de la población en Ruanda todavía vive por debajo del umbral de la pobreza.
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