Baréin. Políticamente autoritario, pero en lo social más tolerante que otros Estados del Golfo. Así que no sorprende que se haya convertido en un destino de fiestas, especialmente para los jóvenes.
La riqueza del Reino de Baréin se basa en sus recursos de gas y petróleo. Al menos así fue durante muchas décadas. En la actualidad, se puede predecir que esos recursos pronto se agotarán. El país tiene que reinventarse. En ese contexto, se intenta atraer inversores de todo el mundo al reino insular del Golfo Pérsico. La escasa presión fiscal ha desatado un auge inmobiliario: se están levantando nuevos rascacielos por doquier y se crean islas artificiales en la costa. Baréin se ve a sí mismo como el nuevo Dubái; un Dubái que da más libertad a la gente. A pesar de la relativa libertad en comparación con los países vecinos, detrás de la fachada de cosmopolitismo y tolerancia se esconde una triste realidad. La población predominantemente chiita está gobernada por la minoría suní encabezada por la familia del rey Hamad bin Isa al Jalifa. La oposición chiita sufre una gran represión y sus líderes están en prisión.