Las cooperaciones y alianzas estratégicas entre otras potencias mundiales, regionales y economías emergentes, opuestas al tradicional modelo de relación de Occidente, siguen andando en tiempos complejos dentro del orden mundial.
Durante la celebración de la 22.ª Cumbre de los jefes de Estado y de Gobierno de los países miembros de la Organización para la Cooperación de Shanghái llevada a cabo en Uzbekistán, la República Islámica de Irán firmó el memorando para su ingreso formal, un paso importante para la adhesión definitiva al organismo regional, integrado también por Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán, La India, Pakistán, China y Rusia. Desde 2005 la nación persa era país observador.
Para Irán, su admisión en la OCS ha sido una declaración del fracaso del proyecto de aislamiento a la República Islámica por parte de Estados Unidos y los países occidentales.
Pero, otro de los elementos claves durante esta edición de la cumbre, fue el encuentro entre los mandatarios de China y Rusia. Una estrechada de manos, sobre la que el presidente Putin reiteró que el eje Moscú-Pekín juega un papel clave a la hora de garantizar la estabilidad global y regional.
Ambos presidentes dejaron clara su disposición a liderar un mundo que ha cambiado profundamente debido a las crisis de Ucrania y Taiwán, pero sobre todo frente a las injerencias de Occidente.
La Organización de Cooperación de Shanghái concentra actualmente el 40% de la población mundial, y más del 30% del PIB mundial. Sus miembros tienen la voluntad de acabar con el unilateralismo, pero además, garantizar la seguridad regional, la lucha contra el terrorismo regional, el separatismo étnico y el extremismo religioso.
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