Quizás resulte increíble que años después de la desintegración de la Unión Soviética, viejos conflictos se reaviven en pleno siglo XXI. Tal es el caso de Nagorno Karabaj, una región que forma parte del territorio azerí (Azerbaiyán), pero que desde 1991 funciona como un estado independiente con el apoyo de Armenia. Ambos países han disputado dos guerras y se han involucrado en frecuentes enfrentamientos durante las últimas tres décadas.
Ahora fuentes armenias sostienen que Bakú está explotando la situación geopolítica derivada del conflicto en Ucrania, que hace casi inverosímil que Rusia envíe tropas al Cáucaso, pese a que el Gobierno armenio ha solicitado apoyo a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, un organismo supranacional de seguridad liderado por Moscú.
De hecho, en 2020, ambos países se enfrentaron con fuertes bajas en ambos bandos. Hasta que alcanzaron la mediación rusa a los dos meses.
Casi dos años después, se produce otra escalada y las dos partes se culpan mutuamente. Mientras las autoridades azeríes piden un corredor, las autoridades armenias niegan la posibilidad de que esto se dé.
El conflicto despierta los llamados a la paz y posiciones de la comunidad internacional, pero más aún de los vecinos regionales.
Por un lado Irán, que comparte fronteras históricas con Armenia, y considera esas fronteras claves para la seguridad regional. La República Islámica incluso ha alertado sobre la influencia perjudicial de Israel.
Por otro lado, Rusia, afirma haber negociado un alto el fuego en este último episodio, pero Ereván argumenta que la lucha simplemente se calmó más no terminado por completo.
Desde Washington también se realizó una llamada, del secretario de Estado, Antony Blinken, al presidente de Azerbaiyán, para pedir el fin de las hostilidades hacia Armenia.
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