En un mundo lleno de muros, los que separan los barrios católicos y protestantes en Irlanda del Norte casi parecen discretos… Pero ahí están, y quienes viven a su sombra no están seguros de querer derribarlos: demasiadas muertes y demasiados recelos como para confiar en que no volverán a ser necesarios. El miedo mantiene los muros pese a las décadas de paz, y a su vez estos dificultan el contacto entre comunidades, lo que impide que el miedo acabe de disiparse: un círculo vicioso en toda regla.