Si antes resultaba difícil imaginar cómo sería la sociedad del futuro, ahora los interrogantes se hacen más inciertos y las respuestas más imprecisas. En este marco de inseguridad, ha crecido la conciencia de una nueva vulnerabilidad.
Frente a un ingenuo darwinismo social, abanderado por las previsiones edificantes y optimistas de ciertos pensadores sociales, se ha instalado en nuestra sociedad una nueva forma de pesimismo que afecta a las raíces mismas del proyecto moderno y sus declinaciones históricas.
La confianza que creció en el culto a la razón y en su poder de transformación y organización del mundo, se cubre de sombras, dando lugar a una especie de ansiedad volcada sobre el futuro del que no recibe ninguna respuesta.
Es una nueva forma de la perplejidad en la que nos encontramos y que genera un nuevo desasosiego que afecta a los dispositivos políticos, económicos y sociales.
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