El carterismo es parte de la vida cotidiana en el metro de París. A menudo lo cometen niños rumanos. Si los atrapan repetidas veces, la policía se encarga de la investigación. En los interrogatorios no tarda en demostrarse que los pequeños ladrones deben darles prácticamente todo el dinero robado a sus padres, que viven ilegalmente en la periferia de París. Después los deportan a Rumania. Los investigadores se encuentran con niños instrumentalizados, obligados por sus padres a robar para pagar deudas de honor al jefe de un clan. Por supuesto que ir a la escuela queda totalmente descartado. El equipo de filmación obtuvo acceso exclusivo para el rodaje y pudo observar a la policía y los funcionarios judiciales durante las pesquisas. Estos lograron descubrir toda una organización delictiva detrás del carterismo. Los niños van al acecho en grupos de tres o cuatro personas y observan a sus víctimas antes de robarles hábilmente el bolso, la billetera o el teléfono celular y salir corriendo. Un solo carterista puede hacerse con hasta 800 euros por día. La recaudación total deben entregársela a sus padres, que los amenazan para que sigan robando.
Pero los niños son el último eslabón de la cadena. Los investigadores pudieron rastrear la ruta del dinero hasta Rumania, donde reaparece en lugares muy específicos. El negocio criminal está organizado por clanes en toda Europa. Desde París envían a los niños a Madrid o Bruselas, según donde la situación sea más favorable.
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