Durante el siglo diecisiete, misioneros jesuitas llegaron al archipiélago de Chiloé. Establecieron las misiones del "fin de la cristiandad". Se manifiestan aún en sus antiguas iglesias de tejuela de alerce, sus procesiones, ritos, fiscales y el tesoro de sus imágenes coloniales; y probablemente en la fiesta religiosa más bella de Chile: El Nazareno de Caguach.